Hablábamos hacia mediados de agosto del COVID y de la incertidumbre que producía y sus posibles consecuencias, unidas a una situación sanitaria muy variable y que actualmente es más catastrófica que en el verano.
En aquel momento, las Federaciones apostaban todo a una reunión con el CSD como si fueran el predicador que iba dar la luz al deporte “no profesional”. De aquella primera reunión no salía nada. Las voces críticas generalizadas hicieron que a los pocos días el CSD anunciara un protocolo para el deporte “no profesional”. Sin embargo, dicho protocolo recomienda solo que se realice una prueba inicial antes del comienzo de los entrenamientos de pretemporada o, en su defecto, 72 horas antes del comienzo de las ligas. Dichas pruebas, sin especificar qué tipo de pruebas, su periodicidad (si es que la hay) y su financiación, quedan totalmente a expensas de lo que decida cada Comunidad Autónoma.

Cualquiera que leyera esto pues sin duda se quedaba un poco a cuadros, dando la impresión de que o no hacían falta controles cuando el número de contagios no paraba de aumentar o que, sin duda, dejaba en manos de otros qué tipo de controles hacer, ya fueran las Federaciones o las autoridades sanitarias de cada CCAA.
El camino seguía adelante en LEBs y EBA, y por una vez vamos a centrarnos más en el “patito feo”, la cuarta división. La FEB seguía su hoja de ruta, sin descensos, casi había una barra libre para ascender, u ocupar los huecos, y el listado de 127 equipos de Liga EBA hacía pensar más en una Primera Nacional que la esencia de una EBA de antaño.
Sin duda, todos esos equipos pagaban una cuota de inscripción que, desde hace unos años, suponía 1.000 euros más (además del aval y de la cuota de cada territorial). A más equipos, poco más hay que pensar en que la ampliación no venía tan mal. Más subgrupos, menos equipos, menos jornadas, más cerca los desplazamientos en su mayoría…
Pero la situación sanitaria va cada vez a peor, con diferente ratio según las localizaciones, pero en el Grupo B empezaban a surgir las primeras dudas. Una conferencia divida en dos subgrupos donde albergaba muchos equipos de Madrid y que se iba a iniciar el 7 de octubre. La lógica imperó y se anuló el comienzo, creando dos escenarios de inicio (noviembre o enero), como bien explicaba nuestra compañera Rosa López.
Los otros grupos empezaban dos semanas más tarde. La situación en el Grupo C, a pesar de casi conseguir disputar una Lliga Catalana inmaculada y libre de COVID (solo nublada en su final, suspendida), empezaba a complicarse ante las medidas sanitarias impuestas en Catalunya, haciéndose finalmente oficial en el día de ayer su aplazamiento dos semanas tras ser detectados varios positivos.
Pero no sería el único grupo, pues ayer también se conocía que el AC, compuesto por equipos gallegos, asturianos y castellanoleoneses, se aplazaba dos semanas también. La FEB se acogía a la petición de varios equipos que no han podido hacer una pretemporada en condiciones por las restricciones de su comunidad (algunos pabellones ni abrieron) y también porque los test anti-COVID llevan retraso, como señala el Ucoga Seguros CB Chantada.
Sin embargo, es llamativo que en ese mismo Grupo A, los subgrupos AA y AB empezarán este fin de semana, imaginamos que tras haber hecho el protocolo COVID. En el Grupo D también empezarán este fin de semana, aunque algún partido se ha caído por positivos. En el Grupo E, también saben hace días de su aplazamiento, y se intentará jugar el fin de semana del 24 de octubre.
Compleja situación la de la Liga EBA, una categoría que, aunque tenga algún equipo fuerte o proyecto que quiere llegar a ser LEB, es en su mayor parte una competición no profesional (Liga Española de Baloncesto Aficionado), donde los jugadores no cobran y tienen su trabajo y/o estudio.
Esta semana conocíamos el protocolo COVID para la Liga EBA. Como el de la LEB, que había adelantado el diario Segre, la FEB facilitará la primera remesa de test de antígenos durante tres jornadas, corriendo el gasto luego para el club. Para ello, se ofrecía de intermediaria con una oferta para los equipos que no quisieran buscar un mejor precio. Además, el órgano federativo ofrecía a los equipos de los grupos la posibilidad de jugar sin test, si llegaban a ese acuerdo y firmaban un papel exonerando a él de cualquier consecuencia.
La salud debe premiar, sabiendo que el riesgo cero no existe y que la situación sanitaria es muy compleja. Cuando tuiteamos ayer sobre el protocolo COVID de EBA, la gente que interaccionaba mostraba su protesta, decepción y estupefacción. El gasto que supondría entre 3.000-5.000 euros puede ser un duro golpe para las arcas de varios equipos, en un momento en el que seguramente muchos patrocinadores, públicos y privados, se van a acabar cayendo.
Está claro que la FEB busca con esta medida asegurar la salud de los contendientes. Sin embargo, la forma de realizarla, en tiempo y forma, tal vez no sea la mejor. Una FEB que ya tiene el dinero caliente de las cuotas y que ha decidido de nuevo esperar a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos y tirar por el camino del medio. Tras siete meses de parón, parece increíble la improvisación, y más aún cuando el CSD en su protocolo dejó en manos del organizador estas decisiones. Con una segunda ola en plena ebullición, parece increíble esta decisión de llevar a estos equipos que sufren al máximo los gastos. Y peor aún es ese desequilibrio con dos subgrupos empezando y jugando en zonas de riesgo, mientras los otros seguirán esperando.
Esto solo es la punta del iceberg. ¿Habrá un plan B si no se puede empezar en unas semanas? ¿Se les obligará a jugar en mitad de la semana o en puentes (como han hecho otras veces) a jugadores que van horas y horas y al día siguiente tienen que volver a su vida de currantes? ¿Alargarán la competición con los sobrecostes que conlleva? ¿Devolverán el dinero si no se juega todo? ¿El dinero de la temporada pasada ya ha llegado? Interrogante tras interrogante, quizás hay que ser tolerantes por la dificultad de la situación y la tónica sea la de saltar a la mínima, como fiel reflejo de la sociedad, pero está claro que el agujero económico que produciría en la FEB pagar esos 3.000-5.000 euros a 127 equipos haría peligrar su subsistencia propia, por lo que no les importará sacrificar, con los bolsillos llenos ya, la caída de algún equipo. De nuevo la improvisación se hace santo y seña y, vistas las opciones, a lo mejor habría que haber valorado no jugar. Una vez que se decide hacerlo, el mínimo es hacerlo como se ha propuesto, sabiendo que el riesgo cero no existe, pero al menos pudiendo evitar alguna complicación mayor.