Sin duda, Rumanía no es una potencia en el baloncesto, y eso a pesar de que su liga es una competición de cierto nivel y con buenos extranjeros. Desde aquella estrella llamada Gheorghe Mureşan, a pesar de que ha salido algún jugador de calidad como Emanuel Cațe, ninguno ha conseguido brillar de forma clara. De tal forma, vienen intentando hacerse hueco varios jóvenes valores, como nuestro protagonista de hoy: Ștefan Grasu (2003 / 200 cm).

Hijo de reconocidos atletas rumanos, empezó su actividad muy joven y ya destacaba en varios equipos (ACS Baller București y Baller Otopeni), pasando al equipo U16 del Dinamo București y llegando a debutar en el primer equipo en competición la 18/19 (5 pa, 5 mi). Con presencia importante en la selección Cadete de Rumanía, donde llegó a jugar tres veranos, el primero como infantil y el último en 2019, donde fue una de las estrellas de la División B U16 (32 mi, 14.6 pt, 10.6 re), uno de los clubes más importantes de Rumania, U-BT Cluj Napoca le reclutaba para ponerle a las órdenes de Duško Vujošević.

Se podía pensar que llegar a uno de los equipos más poderosos de Rumanía iba a detener su proyección al no encontrar espacio, y sí que es verdad que en su primera temporada tuvo un rol más apagado, aunque siendo júnior de primer año (19/20) disputó 18 partidos (6 mi, 1.9 pt). Fue la pasada 20/21, con un equipo con refuerzos exteriores importantes, cuando Grasu se consolidó en la segunda unidad, jugando 34 partidos (14 mi, 4.2 pt, 1.7 re). Además, la absoluta contaba con él para las ventanas FIBA y, por supuesto, era una de las piezas claves del Cluj en el ANGT de Belgrado, donde el equipo no lograba ni una victoria en los cuatro partidos disputados (29 mi, 10.5 pt, 5.2 re). Esta 21/22, su primera sénior, ha continuado su afianzamiento. En un equipo que domina la categoría y donde los extranjeros ocupan muchos minutos, solo tres jugadores rumanos los tienen habitualmente: Kuti, el americano nacionalizado Watson y el propio Grasu (12 pa, 18 mi, 4.8 pt, 1.8 re, 1.8 as). A su vez, Grasu se ha quedado como máximo exponente de la camada de jóvenes de Cluj, donde el pívot Modibo Diaby y David Lăpuște esperan oportunidades, sufriendo el equipo las bajas por el camino de Dragoș Lungu (NBA Global Academy, Australia) y de Tudor Șomăcescu (actualmente jugando junto al español Izan Almansa en la Overtime Elite estadounidense).

Pero centrémonos en Grasu. Hablamos de un jugador que ha mejorado en estos años desde su dominio en la División B de los Europeos Cadetes. Sigue siendo ese jugador de espaldas anchas y fuerte, pero se le ha visto que ha trabajado en su movilidad y explosividad para adecuarlos al baloncesto profesional, con su reconversión del ‘cinco’ a un ‘cuatro’ puro, así como su lanzamiento de larga distancia.

Con buen juego sin balón, sabe usar su cuerpo para recibir y buscar la canasta, aunque a veces sufre el tapón de sus rivales. Entiende el juego y es capaz de dar ese pase extra, el cual se está perdiendo en el baloncesto de los jóvenes altos. Capaz de jugar el P&R o sacar ventaja en el poste ante rivales más débiles físicamente, en un equipo como Cluj, con otras referencias en ataque y varios generadores, se le ha visto muy marcado este curso en un papel de ‘cuatro’ abierto, tanto en el pick and pop como jugando a abrirse en las esquinas o a 45º con eficacia (intenta martillear desde el triple). Cómodo corriendo el carril central con su fuerza en transición. Atrás es un jugador que a pesar de su juventud no tiene miedo al contacto, participando en las ayudas y trabajando en el rebote.

Tiene talento innato para el baloncesto y no le ha pesado jugar en uno de los equipos más importantes de su país. Tampoco ha sufrido en su reconversión hacia el ‘cuatro’ abierto, progresando hasta ahora en aspectos tan importantes como el tiro exterior (no va por mal camino). Está claro que tiene que seguir desarrollando sus habilidades con balón, ir a más en el control de su cuerpo a la hora de absorber contactos (con su físico debería ser más abusón), evitar pérdidas innecesarias que aún comete y ser más consistente desde la línea de tiros libres. En defensa, algo que suele venir con su físico, debe ir a más en su movimiento lateral y en los momentos de ayudas largas, así como mantener la concentración todos los minutos.

Como decíamos al comienzo de esta pieza, Rumanía no es una potencia en el baloncesto, pero Ștefan Grasu es uno de esos mirlos blancos que te alegran cuando salen a la luz. Este interior de apenas 18 años cuenta con la madurez suficiente para que no le pese jugar ya a pesar de su juventud y tiene mucho futuro.