Cuando todo apunta ya de manera inequívoca a decretar la terminación de las competiciones deportivas de la presenta temporada 19/20, cabe preguntarse cómo queda la clasificación momentánea que pasará a ser definitiva cuando los equipos han disputado un número no coincidente de partidos.
En el deporte se acostumbra a decir que todo se gana (o se pierde) en el campo. Es un principio básico del espíritu deportivo.
¿Y qué ocurre en este caso en el que hay equipos que no han disputado el mismo número de partidos que otros? Pues que habrá que aplicar un factor que iguale las oportunidades para establecer la clasificación correcta.
La cuestión puede no ser intrascendente. Al contrario, puede ganar relevancia si se confirman los apuntes de propuestas que se avanzan desde la Federación Española de Baloncesto.
Las dramáticas y singulares circunstancias en las que nos hemos visto envueltos, y su prolongación en el tiempo junto con la falta de evidencias de garantías para establecer plazos de superación de la pandemia, nos han colocado en una situación imprevisible. La brusca interrupción de las competiciones y la cercanía a las fechas de finalización en las que nos encentrábamos nos colocan en un marco de dudas sobre la manera de echar la persiana.
Y el problema se acrecienta cuando no hay una solución posible que concluya lo inconcluso a gusto de todos y tampoco un soporte legal suficiente que no sea recurrible. No hay argumentos ni siquiera de antecedentes.
Las dos corrientes de opinión iniciales establecían las dos propuestas más inmediatas:
- Se da por concluida la temporada y, por tanto, se eleva a definitiva la clasificación en ese momento. Claro, los equipos en promoción positiva, ojo que no solo hablamos de ascensos, sino que también a muchos equipos en lucha para evitar descensos les cogía en zona caliente, lo apoyan con el argumento de que es la situación real, tal como está. Pero los equipos perjudicados, los que están en descenso o los que luchan por ascenso pero les pilla en zona fría, no son de la misma opinión porque faltan las jornadas que les validan todas las chances para lograr sus objetivos.
- Se decreta temporada nula y volvemos a los derechos deportivos de junio de 2019 porque no se ha completado la competición. Pero los detractores de esta idea también manejan argumentos contundentes: ¿es acaso más justo suponer que no se ha competido en toda la temporada que dar por bueno lo disputado hasta marzo de 2020 ya con el 70-80% del campeonato celebrado? Todos han tenido las mismas oportunidades y los méritos y deméritos, aunque sean parciales, merecen una consideración superior.
En resumen, que nunca llueve a gusto de todos y que el consenso, que sería una salida, parece del todo improbable.
Ante esta tesitura, la FEB apura las opciones de competiciones exprés para terminar la LEB Oro con un premio jugoso en lo deportivo, y en lo económico, como es el ascenso a la ACB. Pero resulta que la ACB ya ha aceptado un criterio proteccionista de sus afiliados y vuelve a obviar el valor de la competición para extender el paraguas de anular los descensos. ¿Y admitirá incrementar el número de participantes con ascensos desde LEB Oro cuando son voces unánimes desde distintos sectores las que coinciden en la saturación de partidos? Habrá que ver.
Y desde la FEB, ¿qué criterio se aplicará al tránsito entre sus categorías? Pues los rumores apuntan a criterio de bien queda: nadie para abajo y los que quieran para arriba, pues adelante. Parece claro que es la solución que menos quejas va a presentar aunque también tenga perjudicados, aunque menos, como hemos comentado en la exposición de alternativas.
Por otro lado, tampoco sorprendería demasiado porque esa laxitud ha sido la norma en la FEB durante los últimos años en los que hemos visto equipos “debutar” de repente subiendo los peldaños de dos en dos o equipos que descendían en la pista y repetían categoría un año, dos, tres…, equipos inscritos fuera de plazo, readaptación de los criterios de competición aprobados en Asambleas, modificaciones de calendarios en medio de pretemporadas, etcétera.
No parece una medalla de calidad de nuestro baloncesto el que se anule de esa forma la importancia de la competitividad. ¿Para qué se compite, entonces? ¿Dónde está el rigor de la competición deportiva? Este funcionamiento es impensable en cualquier otro deporte. Sería algo, por ejemplo, escandaloso en el fútbol, tan denostado habitualmente en muchos aspectos por los baloncestistas.
No obstante, sea con la apertura de puertas que sea, ¿cuál es la clasificación real en esas circunstancias de equipos con diferente número de partidos disputados?
Vamos a echar un vistazo a las grandes ligas que ya han estudiado ese problema.
¿Cómo está resuelto en la NBA? Veamos los primeros clasificados de la Conferencia Oeste.
Los Lakers han disputado 63 partidos; los Clippers, 64; los Nuggets, 65; los Jazz, 64; y los Thunder, 64.
En el complejo sistema de competición de la NCAA (liga universitaria estadounidense) también es habitual que los partidos se acumulen con distintos ritmos, aprovechando cercanías de viajes y otras circunstancias. Echemos un vistazo a la clasificación de la prestigiosa Conferencia Big Ten.
Ahí vemos a Penn State igualado a victorias con Illinois y con Wisconsin, pero superado por ambos en la clasificación al acumular más derrotas.
¿Y en la ACB se encontraban en el momento de la suspensión todos los equipos en igualdad de partidos? Pues tampoco. Ahí tenemos a Tenerife con un partido menos, pero por delante en la clasificación de Bilbao, pese a tener el mismo número de victorias, ya que lo que les diferencia es que los canarios acumulan una derrota menos que los vascos.
Está claro que en todas ellas han valorado el problema y han aplicado el mismo factor corrector: la clasificación viene determinada por el coeficiente de victorias/partidos disputados. De esta forma, cuando dos equipos han competido el mismo número de encuentros, el equipo que tiene más victorias siempre arrastra mejor coeficiente. ¿Y si no coincide el número de partidos? El coeficiente indica quién ha ganado más de los posibles y, por lo tanto, debe prevalecer en la clasificación. Es decir, a igualdad de victorias, si un equipo tiene menos derrotas su rendimiento es superior y se corresponde con un mejor puesto en la tabla clasificatoria.
El criterio está unánimemente extendido y así podemos ver la clasificación que recoge el prestigioso portal Eurobasket del Grupo AA de la Liga EBA en este momento, con el factor corrector ya aplicado. En el mismo portal de referencia todavía nos encontramos otros grupos de EBA hasta con diferencias de 2 partidos disputados o computables en segundas fases que mantienen el criterio del % de victorias, como es el caso de Grupo D permanencia, el E Clasificación y el E Descenso, como podemos comprobar a continuación.
¿Por qué las grandes ligas se mueven en este criterio? Parece claro. Si se da por asumido que las jornadas se arrastrarán de manera desigual, hay que buscar un parámetro que le dé valor y realismo a la clasificación. Los aficionados, los sponsors y hasta los propios clubs tienen que poder tener una información representativa a un solo vistazo.
Algún entrenador o aficionado especializado comentaba que, de otra forma, se fijaba solo en el número de derrotas si estaba comparando entre equipos de arriba de la tabla pero, sin embargo, si lo que buscaba era un ranking real en la parte inferior, solo tomaba de referencia las victorias que ya se habían consumado. No deja de tener su interés. Número de derrotas entre aquellos que lo “habitual” es que ganen y número de victorias en el caso en el que conseguirlas es menos frecuente. Pero esa complicación se evita con el criterio del porcentaje de éxitos.
Esta situación de desajuste no solo se produce semana tras semana en los grupos de número impar, sino que se da en muchas otras circunstancias. Pensemos en nuestras ligas LEB cuando hay equipos que juegan como locales el viernes y otros, los domingos. ¿Durante esos tres días no se puede tener una clasificación que de una idea correcta? Fue muy comentada jocosamente la coletilla que repetía un jefe de prensa de uno de esos equipos “madrugadores” que insistía semana sí y semana también que su equipo se había acostado líder… cuando, en realidad, si se levantaba un poquito tarde al día siguiente se veía descabalgado si al auténtico líder ya le habían programado su partido.
Pero también ocurre en partidos aplazados o adelantados. Si el reglamento contempla que es legal en varias circunstancias, también parece que la clasificación se debería autocorregir teniéndolos en cuenta de manera inmediata y no distorsionando su presentación por varias semanas.
Hubo un tiempo en el que la FEB y algunas Federaciones Autonómicas incorporaban a la competición a un equipo flojísimo denominado Descansa que estaba condenado de antemano a perder todos sus partidos. Si bien es cierto que este planteamiento reduce la distorsión (porque no jugar una jornada solo establece un punto de diferencia respecto al que pierde y ninguno con el que gana, frente a uno y dos en el caso más habitual actual), no deja de ser un artificio innecesario al colocar un resultado que en realidad no se ha producido. Sigue pareciendo más apropiado el criterio del porcentaje de victorias.
Por todas estas razones, animamos a la FEB a incorporarse al criterio trabajado y unificado de las grandes ligas. Unos sencillos ajustes en su plataforma de resultados lo habilitarían con sencillez.