En las primeras convocatorias para las ventanas clasificatorias del Mundial 2019 llamaba la atención la aparición de un jugador asombrosamente joven la selección de la República Centroafricana. Para los seguidores del baloncesto de formación africano no era un nombre desconocido: Kurt-Curry Wegscheider.

Nacido en Bangui en mayo de 2001 (con 16 años de edad, por tanto, en la primera ventana de tres partidos de febrero de este año), de madre centroafricana y padre francés, de Alsacia (de ahí el apellido alemán), Wegscheider (190 cm / escolta) es uno de los becados en la NBA Africa Academy (creada tras el acuerdo de NBA con SEEDS Project, la organización encargada de la academia SEEDS en Theis, Senegal, y fundada por Amadou Gallo Fall, vicepresidente de la NBA), un proyecto radicado en Saly, a 80 kilómetros de Dakar, en el que este pasado curso un ramillete de 24 jugadores africanos estudian y entrenan en un marco de formación que abarca tanto lo baloncestístico como lo académico y que NBA está apadrinando en diversas partes del mundo (tres academias en China, otras tantas sitas en India, Australia y México).

Invitado al Basketball Without Borders Global 2018 de Los Ángeles en febrero, fue uno de los 10 africanos presentes en el evento (lo que le colocaba, automáticamente, en la élite africana de su generación) y el único, junto con el egipcio Aly Khalifa, que acudía sin haber dado aún el salto a jugar en un equipo fuera de África. La invitación al BWB no vino de la nada, Wegscheider fue el MVP del campus en su versión africana en la edición de 2017 y en ese verano es el máximo anotador del torneo en Australia en el que se enfrentan los equipos de las academias NBA (71 puntos en 5 partidos). En este año 2018 repite presencia en el Basketball Without Borders Africa y consigue otro  galardón: el MVP del All-Star del campus (el MVP del evento fue para Amar Sylla, jugador senegalés del Real Madrid). El relax táctico y la laxitud defensiva propiciaban el brillo de un estilo rápido y directo, ideal para que Wegscheider demuestre su mejor despliegue ofensivo.

En los campus de Basketball Without Borders se diluye la frontera entre la realidad y el mito, y chicos que sueñan con jugar al baloncesto se encuentran jugando y bromeando con leyendas NBA, siendo entrenados por ellos o simplemente aconsejados. Es fácil que parezca que el firmamento está engañosamente cerca. Kurt Axel ya ha departido con ellos, ya ha tenido el brazo de Rob Pelinka por encima de su hombro mientras le hablaba de Kobe y la pregunta sobre su futuro y la NBA empieza a ser recurrente en cada entrevista. El hype, dentro de la modesta repercusión del baloncesto formativo africano, es grande.

El objetivo a corto plazo parece claro según sus propias palabras “mi futuro está en EEUU, en un año en la NCAA, “progresar hasta convertirme en un gran jugador de baloncesto y un buen estudiante para unirme a la NBA, ahí es donde quiero ir»… Si le tiran de la lengua, habla del equipo que le gustaría que le drafteara (Chicago Bulls). Es fácil convencer a un chico que no ha cumplido aún la mayoría de edad de que nos haga partícipes de sus sueños.

Pero hay buenas pistas en esas entrevistas, hay amor al esfuerzo, hay un chico que insiste, cada vez que le preguntan, en la importancia del trabajo duro. Un chico que, aunque admirador del juego de Warriors, prefiere a Westbrook sobre Curry, a Nadal sobre Federer, hasta parece buscar ejemplo en ellos, mejor ser del que sabes que va a correr hasta el último aliento, eso está en tu mano, el talento es caprichoso y puede abandonarte.

Los números de Wegscheider con su selección han sido bastante discretos: 7.9 minutos, 1.8 puntos, 0.8 rebotes, 0.2 asistencias y 0.3 balones robados de media en los seis partidos disputados; totales de 47 minutos, 11 puntos, 5 rebotes (4 ofensivos), 1 asistencia y dos balones robados. Dos partidos por encima de los 10 minutos, y eso sí, ha sido uno de los cinco jugadores centroafricanos que han disputado todos los encuentros de las dos ventanas clasificatorias jugadas hasta ahora, aun con la dificultad de hacerse un hueco de importancia en la rotación de un bloque con roles muy definidos y un reparto de minutos “tradicional”, con quintetos rondando los 30 minutos de juego por cabeza.

Con los mayores, Kurt mostró una versión más sobria y esforzada, sin permitirse frivolidades ni momentos de relajación en pista, siempre activo e intenso en ambos lados de la cancha, pero teniendo un rol secundario en la finalización de las jugadas.

Se podría decir que su papel ha sido irrelevante, a excepción de la precocidad, pero se ha mostrado agresivo, intenso, siempre activo en defensa. Quizá la mejor forma de evaluar su potencial y anticipar expectativas sea evaluarle en la competencia con sus pares en edad, en el choque directo con sus compañeros de generación. Y ahí Wegscheider ofrece su mejor versión y sus mejores resultados.

Sin reparos a la hora de lanzar a canasta, cuando está en cancha con la NBA Academy es buscado por sus compañeros para que haga uso de su tiro exterior, tiene jugadas diseñadas para él con carretones y bloqueos que le permitan encontrar posiciones cómodas de tiro más allá del 6.75. Esta confianza del equipo y de sus técnicos (y de sí mismo) no se traduce aún en rachas estables de acierto, es un jugador todavía irregular, capaz de fallar cuatro triples y meter el quinto sobre la bocina y desde 8 metros.

Muy vertical, acelera y eleva el ritmo del juego y encuentra en el contraataque un hábitat confortable, ya sea finalizando, guiándolo o propiciándolo con largos pases cruzando la cancha.  Penetra con facilidad y tiene múltiples recursos para sacar provecho de las ventajas que genera: puede finalizar con soltura, parar y tirar desde la media distancia, lanzar floaters,  tirar en contacto con el defensor o doblar el balón a un compañero ante las ayudas. Buen pasador, conecta bien con los jugadores interiores y es imaginativo en el contrataque y en situaciones en velocidad. Un jugador eléctrico que visita con frecuencia la línea del tiro libre y ataca el rebote (sobre todo el ofensivo) más de lo acostumbrado en un jugador de su altura y posición.

Sin embargo, no nos llevemos a engaño, en los partidos de NBA Academy Africa con rivales serios en su gira europea (Levallois, Estrella Roja, Academia GBA de Praga…), los protagonistas y referentes del equipo fueron el congoleño Patrick Mwamba (1999 / 198 cm), por fuera, y el nigeriano Timothy Ighoefe (2000 / 210 cm), por dentro; con licencia total para Mwamba (pudiendo tirar, crear, jugar uno contra uno o subir la bola) y un perfil más esforzado (pero muy eficiente) para Ighoefe. El papel del resto está muy por detrás de estos dos. Wegscheider, compartiendo equipo con jugadores hasta tres años mayores que él (también otros más jóvenes), es titular jugando como ‘dos’, siendo quizá el tercer jugador en peso ofensivo del equipo y, tras el omnipresente Mwamba, el más dotado para crearse sus propios tiros.

Wegscheider se define como base, aunque hasta ahora se le ve más cómodo como escolta y es en esa posición en la que juega la mayoría de minutos, con un director de juego al lado.

Volviendo al equipo nacional e intentando ubicar su papel en ese ecosistema, encontramos que la selección centroafricana está en pleno relevo generacional; con históricos como Zianveni (1979) y el siempre esperado y pocas veces encontrado Sato (1981) en edades provectas y el grueso de los jugadores que han compuesto el núcleo habitual del equipo en los pasados años ya en la treintena (Max Kouguere, Damachoua, Kossangue-Toro, Mokongo, Yannick Zachee o el nacionalizado Mays), los Bamaras miran ya a la generación del 97 y posteriores en busca de sangre fresca que les ayude a competir, toda vez que solo Johann Grebongo y Djimrabaye (ambos del 92) han demostrado ser útiles a buen nivel entre las siguientes generaciones.

Muchos pensaban que la transición debía haber comenzado ya en el AfroBasket 2017, pero no fue así: los mismos nombres acaparando minutos y presencia meramente testimonial de Koyamba y Ngoy. Parece indispensable que la cuota de protagonismo de los jóvenes aumente y se intente construir de cara al futuro, no resulta lógico pensar que el actual grupo de jugadores consiga pasada la treintena los resultados a los que nunca antes se acercó.

Sin una debacle que precipite los cambios, RCA ha pasado a la segunda fase de la clasificación para el mundial con un balance de 3-3 en un grupo con Senegal, Costa de Marfil y Mozambique. Ahora esperan Nigeria, Ruanda y Mali para conseguir ser uno de los dos mejores del grupo de seis (hay que sumar a Senegal y Costa de Marfil) o el mejor tercero de los dos grupos (el otro, conformado por Túnez, Angola, Egipto, Camerún, Marruecos y Chad). No parece empresa fácil.

Así, en esa búsqueda de talento joven que les haga al menos mantener el nivel de esta generación que se acaba o, soñando, conseguir revivir viejos laureles que han quedado lejos (oro en los AfroBasket de 1987 y 1974), dar oportunidades a los nuevos talentos se antoja imprescindible y de entre todos Kurt-Curry parece el más deslumbrante. Han debutado ya promesas que siguen en África como Nganafio (1996 / 188 cm), el becado en SEED Privat Koyamba (1997 / 198 cm) o Morel Leguenwane (2000 / 200 cm), o jugadores radicados en Francia como Eddy Ngoy (1997 / 201 cm). En breve, se espera que lo hagan Allan Dokossi (1999 / 203 cm) o Zachary Ouango (1997 / 188 cm). Otros como Kenzo Kamayengue (1998 / 183 cm) o Aime Gueret Gandao (1999) esperan su oportunidad mientras entran en la órbita del equipo en concentraciones y preselecciones.

Pero el estandarte de esta nueva camada de bamaras, el más feroz de entre las jóvenes fieras de Bas Oubangui, es, sin duda, este chico precoz que está consiguiendo pisar alturas que desde hace tiempo parecían vedadas para un centroafricano. En su mano está el ser simplemente una anécdota por su precocidad o trascender más allá de ser figura del baloncesto centroafricano (en el que previsiblemente tendrá un lugar destacado y se espera que se convierta en uno de sus mejores exponentes, sino el mejor) y jugar fuera del país, este sería un buen escenario y quizá la expectativa más realista si tenemos en cuenta la historia y los antecedentes, pero a veces las progresiones lógicas se quedan a un lado. A veces, el hype se infla y tendemos a desconfiar, Don’t believe the hype siempre fue un eslogan poderoso pero… ¿Quién sabe? Con esfuerzo, con trabajo duro, si juntamos un poco de Nadal y Westbrook y tenemos algo de Federer o algo de Curry, si creemos un poco, quizá…


Artículo elaborado por Joaquín Blanco (@jotabball), especialista en baloncesto africano al que debéis seguir sí o sí.