Finales de agosto, y se inician las pretemporadas en la mayoría de los equipos. Los jugadores comienzan la puesta a punto, y en muchas ocasiones los entrenadores nos encontramos con gratas sorpresas, al ver a jugadores mejorados desde el final de la temporada anterior. Es el efecto del trabajo de mejora en verano, un trabajo que considero importantísimo, tanto para la mejora de los jugadores, a todos los niveles, como para los técnicos.

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En este artículo nos centraremos en la mejora de los jugadores, pero me parece interesante señalar también, que el mismo proceso de mejora existe para los entrenadores, siendo el verano un excelente período para compartir y debatir con otros entrenadores, formarse en campus y clínics y sobre todo dedicarle tiempo a “pensar” en baloncesto. Este proceso de reflexión y auto análisis me parece esencial para mejorar como entrenador.

Centrándonos en los jugadores, nos encontramos con que pueden llegar a tener hasta 4 meses de inactividad entre el final de una temporada y el inicio de la siguiente, de modo que los jugadores que saquen provecho de ese tiempo, para entrenar y mejorar, seguirán avanzando en su proceso de desarrollo como jugador, estando cada vez más cercanos a alcanzar su potencial máximo. Huelga decir que dentro de este período, también hay tiempo para descansar, desconectar mentalmente y recuperarse físicamente de la temporada recientemente finalizada.

Planificación

Creo que el trabajo debe estar planificado con sentido y buscar un trabajo de calidad, como durante la temporada, no simplemente “ir a tirar”.

Desde un planteamiento ideal, el origen de este trabajo parte, para mí, de un proceso de evaluación al final de la temporada, en la que el staff técnico y el propio jugador hagan un análisis de su evolución a lo largo de los últimos meses. Este proceso de evaluación debe tener un carácter global, holístico, abordando los aspectos técnicos y tácticos del baloncesto, pero también los físicos, anatómicos, fisiológicos, de educación deportiva, hábitos saludables y psicológicos.

De estos procesos evaluativos se recoge información de mucho valor, tanto en lo relativo a la evolución a lo largo de la temporada, como en lo relativo a aspectos a trabajar en el período  “intercompetición”. Además, estos procesos tienen varios valores añadidos como procesos en sí mismos, por una parte, obligan al jugador a hacer un “auto” análisis de su propia evolución, desempeño, puntos fuertes y débiles, aspectos a mejorar, etc., lo que facilita una toma de conciencia y una mayor implicación en el proceso de mejora; y por otra parte, ofrece al cuerpo técnico información sobre la percepción de mejora por parte del jugador, para mí uno de los mejores termómetros para el cuerpo técnico en relación al trabajo realizado.

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Una vez llevado a cabo este proceso de evaluación, considero que el trabajo del cuerpo técnico no llega a su fin, dando por cerrada la temporada. Tanto los entrenadores, como preparadores, fisioterapeutas y psicólogos, de ser el caso, pueden y deben facilitar al jugador unas líneas de trabajo y mejora para este período “intercompetición”, independientemente de si el jugador tiene contrato de cara a la próxima temporada o si finaliza su relación con el club.

En este sentido cabe destacar también la importancia de la implicación de los clubes en los procesos de post y pretemporada. Desde mi punto de vista los clubes deben buscar el cuidar y favorecer que sus jugadores y entrenadores se desarrollen y mejoren, y facilitar en la medida de lo posible que los jugadores sigan entrenando en estos períodos en los que no hay competición, que por otra parte, cada vez son más prolongados. Soy consciente de las dificultades y condicionantes económicos, pero creo que hay que verlo como una inversión en el capital humano del club.

Temporalización

La temporalización dependerá en cada caso del momento de finalización de la temporada y del inicio de la pretemporada siguiente, siendo bastante variable en caso de jugar playoffs, competiciones con selecciones, etc. Me parece fundamental que el preparador físico sea el encargado de revisar las cargas y la temporalización de las sesiones, para hacer un trabajo de mejora pero sin sobrecargar al jugador.

En general me parece adecuado que el jugador pueda desconectar por completo en torno a 7-10 días (máximo dos semanas) y que a partir de ahí pueda empezar un trabajo físico de recuperación, fortalecimiento, rehabilitación, que le permita recuperarse físicamente del esfuerzo y posibles problemas físicos que arrastre de la temporada. Aunque considero que esto lo deben pautar el preparador físico y el fisioterapeuta.

A partir de ahí, y en función de cuánto tiempo quede para el inicio de la siguiente pretemporada, podríamos empezar el trabajo técnico-táctico en pista, con los objetivos específicos de cada jugador, manteniendo/alternando con el trabajo físico pautado.

Desde mi punto de vista, este trabajo no debe ser de mucho volumen, pero sí de mucha calidad, con sesiones cortas pero de ejecución intensa y al 100%, tanto en lo técnico-táctico como en lo mental.

En el mes de agosto podríamos orientar ya el trabajo como de adaptación a la pretemporada, ya que muchos equipos a medida que van fichando jugadores les van pasando ya unas pautas de trabajo previo a su llegada a la pretemporada.

Motivación

A partir de este momento, en el que el jugador ya cuenta con unos objetivos y un plan de trabajo, entra en juego el factor diferencial en este proceso de desarrollo y mejora por parte del jugador, la motivación.

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La motivación es aquello que nos mueve a realizar una serie de conductas y a persistir en ellas, y puede depender tanto de factores internos como externos. En general, la motivación intrínseca, la que es voluntaria y parte de nuestro interior,  es más fuerte y consistente, porque se mueve por sentimientos como el orgullo, el crecimiento personal, autorrealización,…, y no depende de recompensas externas. Este tipo de motivación me parece clave para poder llevar a cabo este tipo de trabajo en verano, ya que si sentimos ese placer de mejora, de crecimiento, de disfrutar el proceso tras cada sesión de entrenamiento, estaremos en mejor disposición para afrontar los entrenos y tendremos más adherencia al entrenamiento. Si entrenamos para ser el mejor jugador posible, para ser la mejor versión de mí mismo como jugador, tendremos una mejor disposición para este trabajo y lo asimilaremos mejor.

Si nos movemos por motivaciones extrínsecas a medio o largo plazo como pueden ser el dinero, reconocimiento social, resultados en competición, etc., también podremos llevar a cabo este trabajo, pero probablemente nos cueste más trabajo y no lo disfrutemos, al no estar las “recompensas” externas presentes en el día a día.

Logística

Éste quizás sea el aspecto más variable en función del nivel y de los recursos de los que disponga cada jugador, entendiendo que los jugadores profesionales tendrán unas mejores condiciones y oportunidades para hacer este trabajo y que los jugadores amateurs puedan encontrar más problemas o contar con menos recursos para llevarlo a cabo.

Dentro de estos “recursos” me parecen fundamentales los recursos humanos, que los jugadores puedan trabajar con entrenadores y preparadores físicos, y hoy en día mediante contactos y redes sociales, me parece relativamente fácil poder contactar con entrenadores y/o preparadores para hacer un trabajo de calidad en verano, incluso en zonas de turismo o centros vacacionales.

Aquí quiero dar importancia a la figura de los entrenadores, ya que pueden ayudar al jugador a contactar con algún entrenador con el que entrenar en verano, y también a la figura del agente, que desde mi punto de vista debe preocuparse de que los jugadores a los que representa entrenen y mejoren en verano, y en esa línea, intentar facilitarle, dentro de sus posibilidades, los medios para que trabajen durante este período.

Pero aquí vuelve a entrar en juego la motivación del jugador. Motivación para buscar entrenador o generar esos recursos para poder entrenar y motivación para, sin disponer de las mejores condiciones para entrenar, llevar a cabo ese entrenamiento de forma consistente.

Se puede entrenar muy bien en un pabellón de parquet, con dos canastas, conos, escaleras, dos balones oficiales y un fitball, pero también se puede entrenar muy bien en una pista exterior con un balón de goma. En cuanto al trabajo físico puede haber más restricciones especialmente en lo relativo a ciertos trabajos de fuerza, pero creo que se puede llevar a cabo un buen trabajo igualmente.

¿Qué entrenar?

Lo que necesite el jugador.

Como comentaba al principio, me parece básico adaptar el trabajo a las necesidades del jugador a todos los niveles, para facilitar su mejora y favorecer su implicación y participación en el proceso. Creo que es un buen momento para consolidar aprendizajes desarrollados durante la temporada y también para desarrollar un trabajo de mejora de los puntos débiles del jugador.

A nivel técnico-táctico, salvo por los condicionantes relacionados con la ausencia de compañeros, creo que se puede entrenar prácticamente todo lo que se necesite, desde entrenamiento de fundamentos como el tiro, a situaciones complejas de lectura táctica y toma de decisiones.

Metodológicamente, como gran parte del entrenamiento puede ser sin oposición, me parece interesante introducir aspectos perceptivo-sensoriales y psicológicos, como trabajo de visión marginal, reacciones a estímulos, toma de decisiones en base a estímulos técnico-tácticos, entrenamiento de la atención, etc. Me parece interesante también el uso de vídeo, ya que hoy en día, al finalizar una temporada es muy sencillo el poder facilitar cortes al jugador para que vea situaciones de ejecución técnica en situaciones tácticas de partido.

A nivel físico, sin querer meterme en el trabajo de preparadores físicos, me parece interesante que el jugador pueda aprovechar este período para mejorar sus capacidades físicas y también para prevenir lesiones. Metodológicamente creo que sería interesante un trabajo integrado en pista, pero entiendo que pueda haber dificultades para hacerlo así.

A nivel psicológico, me parece un buen momento para “aprender a entrenar”, refiriéndome en este sentido a entrenar con el jugador la toma de conciencia de los procesos de entrenamiento, hábitos de concentración, propiocepción de gestos técnicos y comprensión de la toma de decisiones tácticas durante el entrenamiento, con la atención centrada en el proceso y la mejora. Otros aspectos a entrenar son la atención mantenida y dividida, gestión de la presión, tolerancia a la frustración, etc., y todos estos conceptos se pueden introducir como objetivos secundarios en ejercicios de técnica o táctica individual.

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Resumiendo, me parece que el trabajo de mejora en verano es fundamental, que debe estar planificado y adaptado a las necesidades de cada jugador y que debe ser un trabajo global que abarque aspectos técnico-tácticos, físicos y psicológicos, a poder ser de forma integrada, y que estará especialmente motivado por la búsqueda de autorrealización por parte del jugador, por el ansia de aprender y de ser la mejor versión de sí mismo.


Una columna de Manu Santos
Entrenador de Baloncesto y Psicólogo