Con un inicio fulgurante parecía que Unicaja Banco Oviedo o ICG Lleida se llevaban la etiqueta de equipo revelación, pero con el cuadro asturiano sumido en una “depresión” tras la marcha de su figura Frey y los ilerdenses con varios partidos aplazados por cuestiones sanitarias, han visto como ha llegado con fuerza desde atrás el color verde de Cáceres Patrimonio de Humanidad. En una temporada de mucha igualdad y con un pelotón muy amplio en la zona de playoffs, los extremeños han sido los primeros de “los modestos” en llegar a doce victorias en veinte partidos jugados, que es en teoría la línea que marca la salvación (¿serán suficientes este curso?).

De nuevo con un proyecto modesto, ni siquiera notaron la salida de Sergio Pérez de la dirección deportiva rumbo al COB, llegando Eduardo Pascual, con amplia experiencia y que enseguida dejó notar su mano con buenas decisiones que han dado su fruto.

Sin duda un foco de este éxito es su entrenador, Roberto Blanco, un técnico que lo vive, cordial y locuaz, pero de ideas muy claras, con una apuesta y un estilo de juego muy definido y que una temporada más ha dado resultados. Equipo intenso, peleón, de los que no dan un balón por perdido, con varias variantes, con roles claros, sin egoísmos y, algo muy importante, donde su afición pueda sentirse identificada con ese carácter luchador.

En todos los equipos hay altos y bajos, unos equipos lo gestionan peor, otros se quedan engullidos, algunos solo sufren unas mínimas molestias y Cáceres, con un buen inicio (4 triunfos en los primeros cinco partidos de competición), supo salir de su pequeño bache cuando encajó después cinco derrotas consecutivas. Sacó partidos contra “rivales directos” de zona medio-baja, saltó la banca en Granada, pudo con GBC y afianzó su puesto en la tabla clasificatoria ganando a los dos colistas, Palma y Peñas.

Otro aspecto importante es el buen rendimiento de la plantilla. El killer Devin Schmidt en el perímetro y el guerrero de la zona Ben Mbala eran los teóricos líderes estadísticos, y no han fallado en su cometido. Pero más allá, Cáceres, con Blanco en el banquillo, es un lugar donde los jugadores buscan resarcirse y relanzarse. Hace poco destacábamos la mejora de Belemene y Dukan de la pasada temporada a la actual. El conogoleño es básico y con su polivalencia recuerda a aquel jugador que deslumbró con el OCB tras unas temporadas algo aciagas. Por su parte, el croata, que llegó a jugar en la NBA y con fama de “frío”, está siendo importante en muchos partidos con su calidad. Pero ojo a la madurez de Jorge Sanz, feliz de repetir estancia tras temporadas de trasiego, la lucha de Olaizola lejos de su “radio de confort” o el regreso de un Carlos Toledo más maduro, más jugador. Las apuestas han salido bien también: Jaume Lobo crece con la temporada más allá de su efecto de jugador microondas con su puntería y Mateo Díaz busca crecer en templanza y dirección de juego en un estilo que le va como anillo al dedo. Hasta Manu Rodríguez, ausente por lesión los primeros partidos, pone ya su sapiencia en la pista.

Para palpar el clima de euforia y orgullo que se siente desde la propia ciudad de Cáceres, nada mejor que dirigirnos a una pluma cualificada en dicha ciudad como es Manu Corraliza, narrador de los partidos del equipo en Sentir Cáceres TV, que nos cuenta lo siguiente:

La notabilísima temporada que está cuajando el conjunto verdinegro está llevando a sus aficionados a soñar con logros poco habituales para el club. Lejos quedan aquellas dos semifinales consecutivas en tiempos de Aranzana y Frade o el ascenso desde LEB Plata con Bohigas, como grandes éxitos. Nadie puede negar que por lo visto hasta ahora hay licencia para destruir algún que otro techo. Su rendimiento no pasa desapercibido para la comunidad de LEB Oro (para muestra este artículo). Sin embargo, se da la curiosa circunstancia de que en la propia ciudad el club no acaba de enganchar a la gente. Exceptuando el encuentro ante Estudiantes, la afición no solo no acude en masa sino que es la menor que recuerdo en esta segunda etapa en Oro. Dicho de otra manera, no había entradas tan flojas en el Multiusos desde que el equipo jugaba en Plata.

Ya es costumbre no llegar a las 1.000 personas en los partidos en casa, con un aforo capaz de albergar hasta 6.500 espectadores. La comparación y añoranza de la gente con los años de la ciudad en ACB, la nula presencia y publicidad del club por las calles o los problemas económicos derivados de la poca inversión privada y excesiva dependencia del dinero público son algunos de los motivos. Y lo son porque parecen eternos y provocan hastío tanto a la afición asidua al pabellón como a la que solo vendría si el equipo jugase la máxima categoría del baloncesto nacional.

Sé que hay gente que lo valora en su justa medida, pero quien no lo haya hecho está aún a tiempo de darse cuenta de que un equipo casi condenado a luchar por la salvación año tras año tiene ante sí una oportunidad casi única de tirar la puerta abajo. Los jugadores y los técnicos se han ganado a pulso que en cada encuentro del Multiusos las sillas verdes se vean menos y los aplausos se escuchen más.

Llegados a este punto, y con gran parte de la segunda vuelta por jugar, Cáceres lo ha vuelto a hacer. De nuevo con un proyecto modesto saca grandes resultados, con una imagen definida, no se deja arrastrar por las derrotas aunque sean abultadas y quiere más. Ahora le toca en el calendario esa fase donde sumaron ese ciclo de derrotas en la primera vuelta, pero el equipo verdinegro quiere quitarse la careta de tapado y mirar a los ojos a cualquier rival por muy poderoso que sea.