Si el año pasado talento nacional como Aday Mara o Conrad Martínez e internacional como Jan Vide o Santiago Trouet entre otros cruzaban el charco a NCAA como nombres más destacados a un país donde ya están otros que a todos nos suenan de las categorías inferiores de la selección española como Baba Miller, Izan Almansa o Álvaro Folgueiras, apenas llama ya la atención la fuga de talentos de ligas FEB rumbo a la NCAA, aunque en esta ocasión no sean españoles, como este año Kasparas Jakucionis, Egor Desmin, Dame Sarr o Ismaila Diagne, todos de la generación de 2006, y a falta de confirmación oficial, muchos de ellos emigrarán. Eso si, en este caso lo que es diferente a veranos anteriores, es que estos canteranos pertenecen a los clubes más poderosos de España, el Real Madrid y el FC Barcelona, lo que hace plantear de nuevo la situación, aunque las universidades siguen pescando en el resto de clubes, como de nuevo en el Joventut de Badalona con Iker Garmendia y Karim López.
¿Cuál es el motivo de esta desbandada?, está claro, la liga EBA se les queda pequeña, sus clubes no acostumbran a cederlos a clubes de LEB Plata o LEB Oro, y sus minutos en el equipo ACB son inexistentes o residuales, con lo cual su crecimiento se basa en los entrenamientos y no en partidos de cierto nivel en caso de quedarse. Lo que ofrecen las universidades de Estados Unidos es totalmente diferente, jugadores con futuro a los que les ofrecen más dinero o mucho más si son talentos destacados tras la apertura de los derechos NIL (Name, Image, Likeness), algo que no ocurría hasta hace poco, minutos prometidos (que en algunos casos no se hacen realidad) en pista con un papel importante al ser talentos destacados en una competición de mayor nivel que una liga EBA, y unas condiciones y medios para compaginar estudios y entrenamientos mucho mejores de los que pueden tener en España, acabando el periplo universitario con una carrera acabada además de un nivel de inglés superior y el dinero que se haya ganado, lo que es asegurar el futuro del jugador una vez fuera del baloncesto, si nos ponemos en el peor de los casos.
Para que nos hagamos una idea, Great Osobor, una de las últimas estrellas españolas en la NCAA que se ha transferido de universidad, se habla en los mentideros de la friolera de 2 millones de dólares para el jugador en forma de patrocinios.
Dicho esto, en la mayoría de las veces, la fuga es temporal, ya que muchos de ellos vemos como vuelve de nuevo a competiciones FEB una vez acabada la universidad y su etapa NCAA, o antes de acabar la misma si ven que no les va bien o sufren problemas de adaptación, y se enrolan de nuevo en proyectos de LEB Oro, LEB Plata o Liga EBA, dependiendo de su nivel, no habiendo perdido nada de caché, y con una mochila llena de cosas que quizás quedándose en España no hubiera logrado, siendo muy poca la pérdida. El único peaje normalmente es la adaptación de nuevo al baloncesto FIBA los que pasan más tiempo en Estados Unidos, algo que en la mayoría de los casos que han salido de ligas FEB, no les suele costar tanto como a un jugador que no conoce las mismas.
Ahora bien, ¿y qué ocurre con el equipo formador que a priori es el máximo damnificado?, pues aquí viendo la cada vez mayor fuga de talentos, entrarán en juego las cláusulas para jugadores muy jóvenes, con el fin de que dejen en sus clubes de origen un dinero por la inversión realizada sobre ellos en el ámbito de la formación, además de por qué no, unos derechos sobre el jugador en caso de retorno a Europa. Por ejemplo, en el caso de Egor Demin, se ha rumoreado una clausula de 550.000 euros, aunque esto pronto puede considerarse un espejismo si alguien consigue demostrar en alguna entidad legal que esto puede suponer una cláusula abusiva a alguien que teóricamente no tiene un contrato profesional.
Es la nueva realidad del baloncesto, el dinero que pueden ofrecer las universidades americanas de forma directa o a través de becas es un escenario al que los grandes clubes deben de adaptarse, bien ofreciendo proyectos a los jóvenes que les llamen la atención, con minutos de juego asegurados en categorías mayores o en otras ligas a través de cesiones y que les hagan quedarse o asumiendo estas salidas intentando sacar algún beneficio económico y/o de futuro con los jugadores que cambian de aires. Un buen ejemplo es la de Mario Saint-Supery, siendo junior se ha codeado en una dura LEB Oro sin desmerecer en su rendimiento, o Lucas Langarita que con un año más que el malagueño ha disputado esta campaña 29 partidos en ACB con 11 minutos de media que para nada son minutos residuales. Veremos qué puede ocurrir con un Hugo González, de la generación del 2006 como los protagonistas del artículo, sobre quien no hay ninguna especulación acerca de un posible cambio de aires vía ligas universitarias norteamericanas.