¿Se puede ser base, español, medir 178 centímetros, estar jugando en LEB Plata, sin tener relación contractual con equipos en ACB y a los nueve meses fichar por un equipo de Liga ENDESA?

Sí, se puede, Dídac Cuevas es el ejemplo. Porfi Fisac es un entrenador que no le importa mirar a la LEB Oro, lo ha dicho en privado y también en charlas públicas que ha dado al alumnado, y en este caso, la lesión de Rati Androniskahvili y los movimientos del equipo habían creado un hueco. Se habló de su interés por varios jugadores de la talla de Shannon Evans, pero al final el músculo financiero dictó sentencia, los maños giraron en sus intenciones y, ante la posibilidad de hacerse con Dídac Cuevas, no dudaron, teniendo claro que era un proyecto de medio-largo plazo, y de ahí su contrato hasta 2026.

Cuevas, tras iniciarse en el SESE, pronto llegó a la Penya en edad infantil y allí fue un líder, con Dani Miret de entrenador. Condicionado por las dudas generadas por su altura en profesionales, en categorías de formación por su liderazgo y carácter ganador además de sus virtudes, no solo era básico en el Joventut, sino también en la selección española, donde logró varias medallas, además de hacer sus pinitos en Liga EBA.

Llegaba el turno de saltar a Pros y se fue cedido a Clavijo, de LEB Plata, pero la primera salida de la zona de confort hacia la realidad es costosa, el propio jugador lo reconocía así, y el capricho del destino hizo que Zagars se lesionase, por lo que Cuevas decidió volver “a casa” para jugar en el Prat de LEB Oro, aunque sin mucho protagonismo. Llegaba el verano de 2020, el Joventut y Cuevas terminaban su relación contractual. En agosto, Melilla le ofreció una oportunidad como tercer base y la llegada tardía de Austin por temas administrativos hizo que entrase en la rotación de Alcoba. Al final, en una temporada de altos y bajos, Cuevas pudo demostrar que podía jugar en Oro con tan solo 20 años.

Tras contar con varias ofertas, se fue al Barcelona Atlètic, un equipo al que siempre le gustaba tener un peso veterano, como antes había sido Lluís Costa. Aunque era dar un paso atrás en cuanto a categoría, podía jugar cerca de casa, tener un buen contrato y seguir trabajando en su proceso de jugador. La temporada fue buena y fue uno de los jugadores más destacados.

Tizona, que descendía de LEB Oro, apostó por él; desde el minuto uno fue uno de los jugadores clave del equipo. La temporada no acabó con el ansiado ascenso, a pesar de la llegada final de Ocampo. Pero aún con esta decepción, Diego Ocampo lo tuvo claro, pues quería contar con él para su proyecto nuevo. La historia reciente la tenemos todos más clara en nuestras mentes. El pasado curso, en un equipo muy coral, Tizona fue un verdadero rodillo, que no ofrecía opciones a sus rivales, un martillo pilón en defensa y con ritmo trepidante en ataque, algo que a Dídac Cuevas le beneficiaba.

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Llegaba a Oro de nuevo y lo hacía como un pilar básico tras tres años en Plata, además, a sus buenas virtudes, como intensidad defensiva, juego de P&R y acierto desde el triple, se unía un Cuevas más maduro, con mejor lectura en la toma de decisiones y con mayor regularidad en su rendimiento. Su inicio fue brutal, dentro de la gran temporada del Grupo Ureta Tizona y la buena cohesión del grupo, siendo uno de los más destacados para Zona de Básquet, en el análisis de la primera vuelta, donde lo señalábamos que «el estilo de su coach de ritmo alto de juego le beneficia enormemente. Cuevas es feliz cuando tiene que pensar a toda velocidad, siempre una mosca cojonera en defensa donde es ladrón profesional, sus triples levantan a su afición y sus asistencias hacen felices a sus compañeros».

Ahora, su sueño de jugar en Liga ENDESA ha llegado, y habrá que ver cómo evoluciona, pero lo que no se puede dudar es que Dídac Cuevas es un jugador hecho a si mismo, que ha sufrido los sinsabores y los contratos bajos, que ha sabido evolucionar en su juego y salir de su zona de confort, al que las Ligas FEB le han curtido para ser el jugador de calidad que es ahora mismo.